No hay sensación más agradable que dormir.
Pero dormir en verano.
Dormir con la ventana abierta para que entre la brisa más aterciopelada del año.
Dormir, mientras el aire, te acaricia la espalda; te refresca el rostro y te hace cosquillitas en los brazos.
El aire te canta una nana bajito o te recita el más precioso de los sonetos de Neruda mientras viajas hacia Morfeo.
La brisa te recrea en el atardecer de verano en el que aprovechas el último ratito de luz para leer acompañada del canto del mar.
La noche de verano es éxtasis para los sentidos.
Durante unas horas,
nos eleva al Olimpo,
nos hace dioses griegos
y nos complace con
ambrosía y arte clásico.
nos eleva al Olimpo,
nos hace dioses griegos
y nos complace con
ambrosía y arte clásico.
Durante unas horas,
nos devuelve a forma
de bebé mientras nuestra
madre nos mece en sus brazos.
Durante unas horas,
nos volvemos brisa y
viajamos por el mundo
en búsqueda de nuestro
amor para acariciarle
y refrescarle en la
noche de verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu granito de arena