Te habría seguido a cualquier lado.
Te habría dado las razones que necesitabas para seguir junto a mí.
Me habría tragado mi orgullo dos cientas veces más.
Te juro que hubiera sido así.
Y, aunque no me creas,
puede que yo sea la única persona que jamás te ha mentido.
Podría poner la mano en el fuego por el amor y la lealtad que te tuve un día y no me quemaría.
Fuiste tan idiota que rechazaste tanto por nada.
Y, por tu culpa, yo perdí pero también gané.
Gané en mí misma.
Yo gané por todo lo que he ido aprendiendo.
Aprendí a lamerme mis heridas y a recomponerme.
Ahora sé no confiar en cualquiera.
Me enseñaste que no debo esperar nada de nadie, porque esperando me puedo morir.
También aprendí que no hay que poner la mano en el fuego por nadie.
¿Sabes por qué?
Porque quien juega con fuego, se quema.
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