Siempre he tenido unos gustos diferentes y
unas preferencias de ocio poco comunes.
Desde pequeña sé disfrutar y valorar estar en mi propia y exclusiva compañía.
De hecho, aunque me considero extremadamente sociable, siempre he marcado mi espacio y tiempo personal como algo sagrado.
Pero eso me convierte en "rara", ya que no es muy común eso de llevarse tan bien con uno mismo, tal y como yo me llevo conmigo misma.
Siempre he disfrutado de una tarde de lluvia con una mantita y un buen libro o una buena peli;
de un atardecer en septiembre junto a la orilla del mar;
de tumbarme con cascos y oir música tras un día de estrés;
de las sonrisas sinceras que me regalan mis seres queridos;
de los detalles tan pequeños como un "te quiero" en el espejo;
de la brisa de las noches de verano;
del olor a chimenea o a tierra mojada...
Siempre me ha gustado sentarme de espalda al sol en otoño para sentir su frágil calidez treparme por las vértebras, a la vez que la brisa fresca me roza la cara.
Jamás podré explicaros lo que me inspira sentarme a leer o escribir en cualquier banco de cualquier parque mientras oigo a la naturaleza que me rodea.
No obstante, jamás me he autodenominado "rara", de hecho, no creo que lo sea. Yo me considero "diferente".
Lo raro es que el resto de gente
no se permita difrutar tanto
como yo de lo que realmente les gusta.
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