Durante un tiempo creí que alejándome de las cosas que se relacionaban contigo acabaría mi agonía.
Sí, pensé que dejando de oír nuestras canciones se acortaría el proceso.
Creí que si no miraba nuestras fotos todo se esfumaría de mi mente poco a poco.
Llegué a pensar incluso que si dejaba de ir a los sitios que me recordaban a ti te olvidaría antes.
Fui tan tonta como para creerme que si dejaba de hacer, ver y oír las cosas tal y como lo haciamos juntos, todo sería más fácil.
Hasta eso hice mal.
Creía que así, quitándome de todo eso, sería de nuevo yo misma.
No me daba cuenta que para ser yo misma necesitaba las costumbres que tú habías introducido en mis hábitos.
Esas canciones que oía como ejercicio de buena energía cada mañana.
Esos lugares donde contigo o sin ti encuentro paz e inspiración para seguir hacia adelante.
Esas fotos que no son más que el reflejo de que no fue una ilusión de mi mente.
Todo el mundo deja su huella en la vida de los demás.
Pero es que en mi vida, pisaste fuerte,
y la huella, de vez en cuando, duele.
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