Inspirado por Diego Ojeda y mi Chica Revolucionaria.
Todo poeta tiene su propia chica revolucionaria.
Mi Chica Revolucionaria tiene veintitres años,
es graduada
y habla cuatro idiomas.
tiene una hermana mayor a la que adora
y dos perros que ama con su vida.
De pequeña fue un pollito rebelde y
lo único que se ve aún de ello
es su carácter implacable.
Mi Chica Revolucionaria ha tenido problemas,
como cualquiera,
pero al llegar a mí tenía un corazón por enmendar.
Quizás por ello, antes de mí no confiaba,
nadie se había empeñado en quitarle la coraza
y ayudarle a cicatrizar descubriendo sus heridas...
y sus miedos
El miedo, siempre el maldito miedo.
De su infancia sé poco,
pero sé que
en Holanda fue muy feliz.
Más tarde la bajaron a España y
la cosa aquí no era tan bonita.
Ama a los animales y a la naturaleza.
Y no sabéis lo precioso que es verla
cuando ve a caballos o a perros por la calle.
Es vegetariana y de verdad que le apena
mucho que nos comamos a los animalitos.
Mi Chica Revolucionaria es muy coqueta,
sencilla y perfeccionista al máximo nivel.
Parece una muñequita,
sin embargo es una gran mujer
es una mujer fuerte y decidida.
El miedo jamás la paraliza...
y desde que ella está yo casi no conozco
el miedo a hacer nada
Si está feliz, canta...
y, a veces, lo hace hasta bien.
No se enfada conmigo ni cuando lo merezco
y yo a ella, con su carita, le perdono hasta un pecado capital.
Ella es la dueña de la mayoría de mis poemas,
del tatuaje que escondo en mi costilla izquierda;
mi mejor remedio contra el miedo
y contra los dolores de corazón.
Ella es el arcoíris tras la lluvia,
la dosis necesaria de razón cada vez que enloquezco,
la calma tras la tempestad;
el sístole del diástole de mi corazón
y, prácticamente, todos los ingredientes necesarios
para cocinar mi felicidad se los sabe de memoria.
Ella se ha hecho dueña de gran parte de mi mundo sin darse cuenta.
Ella es única y eso... eso solo lo sé yo
porque es mi Chica Revolucionaria.
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