"Tú puedes con eso, estoy seguro."
Y como estas frases, infinitas variantes he llegado a recibir en momentos duros.
Hasta el horóscopo me dice que soy fuerte.
Os equivocáis. Sí, os equivocáis todos.
No soy fuerte.
Ojalá lo fuese.
Yo soy resistente.
Aguanto, aguanto, aguanto y sigo aguantando y una vez llego a casa, me rompo en mil trocitos.
¿Habéis visto cómo se rompen los jarrones de cristal? Se hacen añicos.
Así soy yo, frágil, como el cristal, cuando los demonios salen de sus jaulas.
Me hago pedacitos y lloro y escribo y pinto y muero.
Muero un poquito.
Y os empeñais en alavar un don que no tengo.
Pues, no soy fuerte sino resistente.
Es decir, parece que soy fuerte pero no lo soy en absoluto.
Y me encantaría serlo y decirle a la vida:
“Échame lo que quieras, que conmigo no puedes".
No estoy pidiendo que me cuide nadie.
No estoy pidiendo que nadie se preocupe por mí, pues de nada sirve.
Pido ser más fuerte.
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