Viendo fotos de tiempos pasados te das cuenta.
Ahí, junto a ti, personas a las que querías, más o menos, pero que querías y a las que les guardas buenos sentimientos.
Personas que ves junto a ti y que te preguntas qué se te pasaba por la cabeza para tenerlo en tu vida.
Te entra melancolía porque ves que algunos, o muchos, han ido desviándose de tu camino buscando un camino nuevo con otras personas o con gente.
Y te da pena. Te entristece quque te dejara a ti, persona, atrás por gente. Por algo que sabes que no le llena o que no es su sitio.
Sin embargo, cada uno decide con qué compañeros decide jugar el partido de su vida.
Ves cómo personas que no estaba antes están ahora.
Personas que no conocías.
Personas que creías gente.
Personas que simplemente no tenían que llegar antes.
Porque si hay algo cierto es que las personas llegan a nuestras vidas cuando tienen que llegar.
Ves como siguen muchos contigo.
Y esas fotos las miras con más detenimiento, con más ternura, incluso con más mimo.
Las miras examinando todos los rasgos de esa persona para ver cómo el tiempo, a pesar de cambiaros, sigue manteniéndoos juntos.
Observas cómo habéis superado situaciones difíciles juntos y recuerdas todos esos pequeños momentos que aún ahora te sacan sonrisas.
Sin apartar la mirada, agradeces a lo que sea en lo que creas que sigas teniendo a esas personas contigo y cierras los ojos para deleitarte con momentos bonitos de vuestra historia común.
Así comprendes que la vida es un río. Un río lleno de afluentes por el que entran y salen personas.
Comprendes que la vida hay que vivirla así, como va viniendo.
Y que, al fin y al cabo, TODOS
acabamos siendo personas en papel
para otras personas.