Cada vez que te escribo hace más tiempo que no se nada de ti.
Cada vez que te escribo hace más tiempo que empezaste a doler.
Cada vez que te escribo el dolor se hace más liviano, más llevadero.
Cada vez que te escribo el motivo es el mismo: me dueles.
Me dueles en el alma.
Me dueles en el corazón.
Me dueles en el cerebro.
Me dueles en la piel.
Me dueles en los ojos.
Me dueles en el recuerdo.
Me dueles en tu olvido.
Hace tiempo que se me olvidó cómo suena tu voz.
Hace tiempo que no recuerdo cómo se dibujaba tu sonrisa.
Hace tiempo que no recuerdo tus abrazos.
Hace tiempo que todo acabó.
Hace tiempo que cerré la puerta
-te juro que no quería que entrara más nadie-
pero me dejé abierta la ventana.
Hace tiempo que no dejaba entrar a nadie.
Pero no hace tanto tiempo que alguien se coló por mi ventana.
No hace tanto tiempo que hay alguien que me cuida de nuevo.
No hace tanto tiempo desde que hay alguien que se encarga de reparar tus daños.
No hace tanto tiempo desde la última vez que vi esas fotos en las que salíamos.
Pero si hace mucho tiempo que las veo y no reconozco a nadie
al fin y al cabo salían nosotros
y ahora eres tú y soy yo, pero no nosotros.
Hace tiempo que no me sentía tan bien en un abrazo.
Hace tiempo que nadie se empeñaba en que saliera la de verdad.
Hace tiempo que la de verdad estaba escondida.
Pero está empezando a salir,
y no es para buscarte,
sino para encontrarse de una vez por todas