Déjame desojarte pétalo a pétalo, pequeña flor.
Permíteme hacerte sentir la magia que tú irradias con cada mirada, con cada sonrisa.
Déjame abrazarte hasta romperte y recomponerte pieza a pieza con mis palabras.
Permíteme acariciar tu piel de tercipelo y seda para calmar tu corazón.
Déjame escribirte hasta que se me agoten las fuerzas
e inspírame hasta el último de mis días.
Permíteme ir de tu mano en este camino que me ha tocado
y no me sueltes por mucho que el diablo te tiente a hacerlo.
Déjame gritar al mundo que eres mía mientras lo recorremos
y mientras nos lo comemos.
Permíteme quedarme en tu vida, yo no quiero que te muevas de la mía.
Déjame demostrarte que, como yo, nadie te puede querer
ni cuidar porque hace tiempo que formas parte de mí.
Permíteme decirle a la Luna que jamás conseguirá hacer tu sonrisa
tan bonita como la haces tú.
Déjame ser tu mayor apoyo,
tu compañera de viaje
tu confidente,
tu conciencia,
tu poeta,
tu fuerza
y tu debilidad.
Permíteme disfrutar contigo la vida, pues sin ti no hay forma.
Permíteme tomarte de la mano y acompañarte así,
con mi amor y protección,
toda la vida.
Permíteme, finalmente, quererte sin más, sin condiciones...
bueno, una única condición:
que me quieras y quieras seguir
haciéndolo, por siempre jamás.